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miércoles, 15 de febrero de 2017

A ti, querido ex





Hoy que se habla de amor, amistad, fiesta comercial, incluso de Valentines y Valentinas, he decidido hacer protagonista a una figura muy importante: el ex. Sin ex no existiría ese amor actual. 

Con los años, al que era guapo lo ves aún más y al que era inteligente todo un premio Nobel. No hay resquicio para el resentimiento porque si esto fuera una suerte de reproches no sería una carta de amor. Porque lo es. Esas personas eligieron quererme y viceversa. 


A

Mi ex A era alto y espigado. Nos conocimos por casualidad, cuando yo acudía a los "cibercafés" y antes de iniciar un viaje, él surgió en la red de redes entre millones de habitantes que tiene la Tierra. 

Era y es un tipo listo. Nos enamoramos en el minuto uno. Quedamos en la plaza del pueblo que yo iba a visitar. No tenía expectativa alguna. No había Facebook, y eso es lo que le ponía emoción al asunto. Y lo digo muy en serio. Hoy día, contamos demasiado sobre nosotros en las redes sociales. ¿Dónde queda entonces el misterio? ¿Qué va a descubrir el otro de ti si ya se lo has contado todo a Google?

Por otro lado, la alegría se nota. Se huele. Y yo era muy feliz en esos momentos. Recuerdo que llevaba unas gafas con el cristal rosado y mis rizos estaban más rizados, y mi sonrisa estaba ahí por cualquier motivo. Estaba sola y era dichosa. Eso nos lleva a que tener pareja en esas circunstancias era lo ideal.

En aquella época estaba de moda la serie Friends, y él tenía y tiene una de esas profesiones que resultan aburridas de cara a la galería pero a él le apasiona. Y yo, que a mis 28 años había empezado en la universidad, y me sentía como una jovenzuela, disfrutaba haciéndome la dormida cada vez que hablaba. 

Creí que era el amor de mi vida. Lo tenía todo (para mí) inteligente, con humor negro, leíamos juntos, escuchábamos los mismos programas de radio, y sabía inglés, llegué a ver una película sin saber qué decían. Era un gamberro bueno. De esos, que una madre ve y piensa: este es el ideal para casarse con mi hija.

Pero era un crío y yo también. 26 años él y muchas responsabilidades. Nos quisimos/peleamos durante una década, éramos como los protagonistas de "Luz de luna", nuestros diálogos eran de guión, revisándolos ahora igual darían pena, pero durante esos años él vino a verme y yo a él, nos queríamos pero... estábamos lejos... o no tenía que ser. 

Sigue siendo mi amigo. Me buscó hace unos años. Y aún no lo entiendo porque una puede llegar a ser muy tonta/pesada pero él también. Ambos recordamos esos años de una manera especial, cómplice y le puedo llamar amigo. Así que señoras y señores se rompe el mito: los ex pueden ser tus amigos.

P

Mi ex P. Era tan tímido que un día le dije cuando entro a mi trabajo: "o me saludas la próxima vez, o no te abro la puerta". Yo tenía poder, era la recepcionista. Pero el tímido P. lo era a ratos y un día se armó de valor se acercó a la fotocopiadora y entablamos nuestra primera conversación.

El era raro. Un Sheldon Cooper, para entendernos. Las mujeres, algunas amigas y otras compañeras de trabajo, pensaban que me casaría con él. Al fin y al cabo había estado más de diez años con su anterior novia.

¡No! P. no estaba preparado para ser mi pareja. Pero yo tampoco la suya. Estaba bien a su lado, tanto que en 2017 seguimos siendo los mejores amigos. Me llama todas las semanas, y sabe todo de mi vida. A él le he ido llorando cuando me han roto el corazón o al revés. P. jamás me ha visto como un bicho raro, igual es porque él es uno de los míos.

Rompimos una nochevieja. Y nunca dejó que ese "detalle" fuera un impedimento para seguir viéndonos. No sé cómo me soporta, imagino que los ex son personas que si te han querido de verdad, aceptan tus defectos o tus "locuras" sin juicios. Y él no tiene alma de juez.

R


Mi ex R. Nos conocimos por una metedura de pata de una conocida, y admito que no me gustó desde el minuto uno, pero cuando pasaron cinco supe que estaba pasando algo. ¿Me entendéis? Su conversación, su manera de hablar, de mirar, el conjunto era perfecto (o casi) y no me quería ir.

Esa primera cita la recuerdo como si fuera hoy. Frío y más frío. Lo de este temporal una tontuna si pienso en aquella noche pero cuando te tomas un vaso de leche caliente con Cola Cao junto a un tipo que parecía John Wayne que tampoco parece tener ganas de marcharse, la cosa va bien.

No entendía que las mujeres no se desmayaran al pasar él por delante, bromeo. Exagerada y exagerada, pero a mí me iba pareciendo en cada cita el elegido. La persona con la que quería estar para siempre, si es que eso existe.

Y R. se convirtió en el centro de mi Universo. Eso es bueno y malo, lo admito, pero era mi mejor amigo. Un tipo listo, dulce, inocente, cariñoso y especial. Ahí lo dejo. Hago una pausa y miro una antena, si él leyera esto (que no lo hará) me entendería.

Todos los temas se convertían en conversaciones largas, como largos son los besos. Me reía con él y viceversa. Hay amores que comienzan con una atracción física, yo creo en el amor que nace del cerebro, y si medía casi dos metros, o si era rubio o moreno daba igual, el placer que produce charlar con alguien interesado por la vida, es indescriptible. Sexy.

Y él lo era. Fuimos los mejores amigos, los novios atípicos, intensos (sobre todo la que escribe) y complejos. Una de esas historias de Woody Allen con neurótica incluida. Pero como se suele decir: la experiencia es eso eso que nos llega cuando nos quedamos calvos, ¿o la experiencia es como un peine? ¡Soy mala con ese tipo de expresiones!

La torpeza, la mala suerte (porque existe) acaba con las relaciones auténticas. No tenemos más que ver los clásicos en el cine. Los finales infelices son los que más éxito tienen. Y quedarán muy bien en pantalla pero en la vida real es una putada.

R. no es mi amigo. 

Los ex... esos hombres y mujeres que nos enseñan a amar. A los que tenemos como compañeros, amantes, cómplices, amigos... Y que un día dejan los apelativos cariñosos/cursis aparcados y si la cosa funciona, se quedan en tu vida y ganas algo más que una amistad: un amor incondicional y si se marchan, un dolor y una pena que con los años se apacigua pero no se esfuma.

A ellos les debemos mucho. A los buenos. A los que nos han enseñado, los que han sido incondicionales de nuestra persona a pesar de tener un millón de defectos.

Así que en la semana del amor, va por ellos. En esas fotografías de arriba, hay una Joana/Juani enamorada, haciendo todas las cosas que hacemos cuando sentimos que somos héroes y únicos. Por un día o por cinco años.

Y las miro y me siento afortunada. No creo en el mal rollo tras una ruptura y si ha surgido ha sido porque aquello no fue amor. O porque sencillamente, éramos inmaduros, o no lo suficientemente amigos como para sacarnos la lengua, y al cabo de los meses darnos un abrazo.

Nunca deberíamos dedicar ni una mala palabra a quien un día dijimos te quiero. Pero no nos engañemos, se dicen.


¿Terminamos con algo para reír?

Hoy han tocado al timbre relativamente temprano. Yo no podía abrir la puerta, estaba echando un cable a mi padre, así que me entregan un paquete. 

Mi cara de asombro es para hacer una foto y enmarcarla. Como la imaginación me pierde pienso: "Ya está, esto es un regalo de algún enamorado rezagado" (Risas) y deposito con mimo la caja en la cama, el corazón me late (exagerá, exagerá) intento rasgar ese cartón imposible de romper, y veo una caja negra con estrellas, mi corazón palpita extrañado, me asomo por una esquina como con miedo, y oh sorpresa ¡¡¡¡Es una caja de Star Wars para mi hermano!!!! Se la habían perdido y el otro día me dijo que había dado mi dirección.



Joana Sánchez González

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