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miércoles, 8 de febrero de 2017

Cosas microscópicas que aportan felicidad




Woody Allen en "Manhattan" relata a un magnetofón razones por las que merece la pena vivir. Tumbado en un sofá hace un repaso por obras que el Hombre ha sido capaz de crear, y que reconcilian al ser humano con este mundo.

Al final, todas esas maravillas que le parecen esenciales para seguir respirando, terminan con el nombre de la mujer que ama. Vamos a saltarnos esa parte, y vayamos por esas razones por las que nos levantamos. ¿Empezamos? Es un juego muy sencillo y al que todos nos hemos entregado.

1. Desayunar. Adoro desayunar en soledad. No me importa levantarme a las 5 si puedo disfrutar de ese pequeño placer, con la radio de fondo o absorta mirando el calendario. 

2. Musica. En estos momentos escribo con Robert Palmer de fondo, pero esta mañana al recordar el nacimiento de Fofó el payaso, anduve cantando "Un barquito de cáscara de nuez". Puedo estar muy deprimida y oír música que relacione con buenos momentos y sonreír. No importa si la sonrisa es pequeña.

3. La Luna. Me fascina. Acabo de hacer la foto un millón. Como espectáculo visual, como concepto: el hombre la pisó y aunque sé que es imposible a mí me gustaría viajar allí. Tengo una parcela. Es el regalo más surrealista y romántico que me han hecho. Algún día me gustaría charlar con un astronauta. Lo sé, estoy muy loca.

4. La playa. Hace meses que no la piso y la necesito. Me gusta en todas sus versiones. En verano, en invierno. Para dar un paseo, para bañarme y nadar (mal) y oler a sal, ver a los chiquillos jugar, que el agua esté tan transparente que ese día pueda ver mis pies. Hasta me gusta llenarme de protector solar. Y sentir ese cansancio que te recorre entera cuando pasas unas horas allí y después al arrastrarte hasta la ducha. 

5. Los músicos callejeros. Me producen respeto y ternura. Ver a un violinista tocando en la calle me emociona. No puedo pasar sin quedarme a escuchar un rato. Me da verguenza darles dinero, pero admito que siempre doy lo máximo que puedo. Me produce tanta felicidad que no hay dinero suficiente. Pero soy pobre, qué le vamos a hacer.

6. Los parques infantiles. Cuando tenía pareja, era obligado si había alguno en cualquier pueblo, pasar por allí y columpiarme. No sé si es que de pequeña no lo hice lo suficiente. Menos mal que era igual de raro que yo. También me sigue encantando pasar por la sección de juguetes de cualquier gran superficie. Me colma "jugar", siempre con disimulo, y si hay algún aparato para hacer gimnasia para los mayores (¿soy mayor?) los pruebo todos.

7. Hacer fotografías. He descubierto hace poco Instagram y no sé si me gusta o no. Creo que la fotografía es otra cosa que va más allá de hacerse fotos con el móvil, por cierto, un tipo que sabe del tema, me dijo que no hay nada más horroroso que esas imágenes de la gente frente al espejo con el móvil en la mano.
Creo que no tengo ninguna pero, quien esté libre de pecado... lo mío es mi vieja cámara y disparar a cualquier objeto o situación que me atraiga. También utilizo el móvil y me hago fotos con caras "interesantes".

8. John Cusack. Le adoro. Es mi debilidad. No he sido fan/fanática de nadie, pero de él sí. No sé si es el mejor actor del mundo. Y soy consciente de que ahí está Cary Grant, y una larga lista que me ocuparía dos blogs, pero lo descubrí con trece años y el tipo además, no ha dejado de rodar y escribe. Y ha trabajado con Woody Allen, así que le querré toda la vida.

9. Ir sola al cine. Hace muchísimo que no lo practico. Primero por lo caras que son las entradas y por otras circunstancias pero creo que es lo mejor que puede hacer una persona para vencer muchos miedos. Vivir ese ritual es hermoso, emocionante y te hace sentir que vives algo especial pero que no necesitas compartir con nadie.

10. La radio. Que estallen todas las televisiones del mundo pero que nunca se acabe la radio. No me gusta oírla por el móvil. Me gusta mi radio pequeña, plateada, que funciona con dos pilas y ha viajado conmigo a muchos lugares. La he llegado a meter en una mochila, en un bolso, la radio y quienes hacen radio me enseñan, a veces me hacen pensar, otras me obligan a cambiar de emisora, pero son más las ocasiones en las que disfruto o me emociono. 

O mejor aún: me río y eso no tiene precio. Viví en un hostal sin Internet, sin televisión, pero mi radio viajó conmigo a los madriles y me sentí como en casa.

11. Bailar. No me cansaré nunca. No me gustan las academias ni las clases de baile (y las he probado y las respeto) soy una anarquista del baile. Lo mejor es bailar sin reglas. Acabar con el corazón a mil por hora y reírte del aspecto que tienes. 

Pegar saltos como si esa canción que te incitó a moverte fuera lo más importante del mundo. No entiendo a la gente que dice eso de que a determinada edad no comprende cómo alguien puede dar saltos: ¡Eso es que no sabe bailar o es un viejo de espíritu!

12. Aprender. No soy la persona más culta del mundo, pero me gusta de vez en cuando ir a algún museo o conocer la historia de un lugar. Internet no puede sustituir esa sensación. La de los sentidos. Ver, observar y hasta tocar una obra de arte es una experiencia mística. 

Hace unos años visité el Templo de Debod en Madrid y como iba sola, en una gris mañana de domingo,  no quería pedir a nadie que me hiciera una foto , así que me limité a tocarlo. Tocar esas piedras mientras comenzaba a llover. Recuerdo sentir nostalgia por vez primera desde que estaba allí y llamé a casa.

13. Escribir pequeños relatos. Disfruto capturando momentos en mi libreta o en el móvil. A veces son sólo frases, otras una crónica de un instante. Más de una vez he sonreído más sola que la una en un autobús, tren o en la playa mientras con la mirada perdida escribía sobre algo que me acababa de hacer reír o reflexionar.

14. Encontrar un correo de alguien del que no sabía nada hace siglos. ¿Con la prisa que llevamos? Es un lujo que alguien se moleste en escribirte unas líneas. Lo valoro tanto... al igual que una llamada. Los "wasaps" están bien pero que te llamen... No me importa si es un correo con dos líneas o una llamada de cinco minutos. 

15. No hacer lo que se espera´de mí por mi edad. Pero no por ir de extravagante. No soy feliz haciendo lo mismo que la mayoría así que eso es una desventaja la mayoría de las veces pero...

Me hace feliz seguir siendo inocente a mi edad. Me hace feliz sorprenderme. Me hace feliz superarme en pequeñas metas tontas. Me hace feliz preparar sorpresas para los demás. Me hace feliz no ir de compras (me aburre) y sí encontrar algo tan tonto como un bolígrafo divertido. Me hace feliz improvisar y aunque no lleve una vida convencional, no sentirme miserable ni superior. Me hace feliz descubrir una canción, o que alguien me la descubra. creo que no hay acto más generoso.

Luego hay otras que son secretas. De esas que tenemos guardadas bajo siete llaves. ¿A que tú tampoco las contarías? ¡Claro que no! Igual hasta son más interesantes...

Al final han sido 15 pero hay muchas más. ¿Verdad que esta existencia nuestra es mucho mejor de lo que imaginamos? Somos muy afortunados. A pesar de las facturas, de esa salud que a veces nos da de lado, o de ese trabajo mal pagado o que todavía no ha llegado. De hecho, todas esas cosas no las practico últimamente pero sólo pensar en ellas me ha hecho sentir mejor.



Joana Sánchez González

3 comentarios:

  1. Me ha encantado leerte. Si tuviera que escribir alguna acción más por la que merece la pena levantarse, sería:
    Leer a Joana. Es bonito sentir así.
    Gracias por compartirlo y...
    Buenos días!!

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  2. Madre mía Alfonso. No me lo esperaba. :) Exageras pero mil gracias por dejar tu comentario.

    Espero que tengas un buen día lleno de cosas pequeñas de las que nos hacen sentir en las nubes.

    Saludos

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  3. Hola Joana. Otra pequeña cosa que aporta felicidad: releer lo que ya te gustó; otra: conocer/pensar en gente que te hace sentir bien...

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